Diagnóstico cáncer
A finales del año pasado, en un examen médico rutinario, en el Hospital Clínico de Madrid, me detectaron un tumor que resultó ser maligno. Tras una serie de pruebas me confirmaron que tenía un cáncer de próstata avanzado con metástasis en los tejidos y ganglios linfáticos adyacentes.
No me inmuté lo más mínimo ante el diagnóstico, se puede decir que me alegré. Puede parecer extraño, ya lo explicaré, pero hacía tiempo venía deseando un tal diagnóstico. De hecho, hace unos años, tras una colonoscopia en la que todo daba bien, le comenté a mi mujer: “Vaya, me hubiera gustado me detectaran un tumor…”. “No vuelvas a decir eso ni en broma” – me espetó mi mujer.
Se me ofrecieron dos opciones de tratamiento a elegir: cirugía radical o radioterapia combinada con hormonoterapia.
La opción quirúrgica consistiría en la extirpación radical de la próstata, y de los tejidos y ganglios linfáticos adyacentes. La extirpación de la próstata iría seguida de una reconexión de la vejiga originaria y la uretra, y colocación de una sonda urinaria a mantener unos días.
La otra opción consistiría en un tratamiento combinado de hormonoterapia y radioterapia.
Descartada de entrada la opción quirúrgica, la doctora, especialista en oncología, me ilustró sin adornos, acerca de los efectos secundarios de la radioterapia y de la hormonoterapia. Efectos tales como cansancio, depresión, cardiopatías, osteoporosis y pérdida de masa muscular entre otros efectos (efectos de la hormonoterapia).
Los efectos segundarios derivados de la radioterapia consistirían básicamente en estreñimiento, diarrea, así como sangrado rectal, entre otros.
Confirmado el diagnóstico, la doctora advirtió que el tratamiento hormonal debería iniciarse de inmediato y a seguir durante dos meses, trascurridos los cuales se iniciaría la radioterapia propiamente dicha. Radioterapia consistente en 30 sesiones de radiación de la próstata a lo largo de un periodo de seis semanas.
El tratamiento hormonal no se interrumpiría en ningún momento y debería prolongarse 2 años más tras finalizar la radioterapia.
Le comenté a la doctora que el tratamiento parecía bastante agresivo a lo que ella respondió que lo verdaderamente agresivo era mi tumor.
Prácticamente desde que tengo uso de razón, primero de forma intuitiva y luego por experiencia y convencimiento, nunca he tomado ningún medicamento o seguido tratamiento médico convencional alguno.
Ha sido mi práctica habitual, ante enfermedades comunes leves, tales como gripe o catarro, dejar que siguieran su curso hasta su curación espontánea. Ante enfermedades un poco más graves tales como infecciones, fiebre, diarrea o estreñimiento he adoptado simples remedios naturales, tales como la utilización de plantas medicinales, el ayuno o una dieta apropiada. Siempre he buscado colaborar con el poder auto curativo del organismo sin contradecirle.
Ahora bien, en cuanto a la medicina convencional confío plenamente en la corrección y exactitud de la generalidad de los diagnósticos, por lo que agradezco mucho las pruebas que me hicieron hasta confirmar el diagnóstico de cáncer.
En cuanto a los tratamientos que ofrece la medicina convencional, no estoy en principio en contra de los mismos. En general son excelentes y pueden ser recomendables, pero no son únicos, como se pretende hacer ver. En mi opinión, muchos tratamientos alternativos pueden resultar mucho más eficaces que los tratamientos médicos convencionales, ignorarlos supone limitar enormemente las posibilidades de tratamiento y curación que están a nuestro alcance.
Uno de los graves inconvenientes que presenta la medicina convencional es que alguno de sus tratamientos, por ejemplo para el cáncer, son muy agresivos, lo que resulta un sufrimiento, especialmente absurdo y sin sentido, en enfermos de mucha edad o en los casos en los que el enfermo este en la última fase de su vida. Por el contrario, entre las virtudes de los tratamientos naturales y alternativos, es que son de fácil aplicación y en absoluto agresivos.
Comuniqué a la doctora, tras agradecerle todo su trabajo, que no pensaba seguir ninguno de los tratamientos propuestos y que pensaba seguir un tratamiento “natural”, sin especificarle, de momento, en qué consistiría, quería evitar la posibilidad de ofenderla.
La doctora me explicó amablemente que mi tumor, de no ser tratado, derivaría con toda seguridad en un desenlace fatal en poco tiempo, menos de 2 años a lo sumo. Agradecí la información y me mantuve en mi renuncia al tratamiento propuesto. La doctora me presentó un documento de “descargo de responsabilidades” que subscribí, en el que se hacía constar mi renuncia al tratamiento, y el estar informado de las consecuencias que podrían derivarse de ello.
No obstante mi renuncia a seguir el tratamiento, se haría una “vigilancia activa” por parte del hospital, con análisis periódicos al objeto de seguir la evolución del tumor. Así mismo la doctora me trasmitió que en cualquier momento que yo quisiera se procedería a llevar a cabo alguno de los tratamientos preconizados, o aquel que fuera el más adecuado teniendo en cuenta el estadio en que se encontrara el tumor.
Al saber que tenía un tumor, y antes de que se confirmara su extensión o gravedad, me sometí a un intenso tratamiento natural, centrado en la orinoterapia. Nunca me he sentido mejor. La terapia por la orina es un tratamiento tradicional y ancestral, practicado en todas las culturas y tiempos hasta el día de hoy.
¿Por qué la orinoterapia? Bueno, de eso tendremos ocasión de hablar largo y tendido en este blog.