Vida de Armstrong y su Terapia de Orina
No se sabe absolutamente nada de la vida de John W. Armstrong aparte de lo que el mismo cuenta o podemos deducir de la lectura de su libro “El Agua de la Vida: Tratado sobre Terapia de la Orina” (The Water of Life: a Treatise on Urine Therapy, 1944).
No sabemos ni siquiera las fechas de su nacimiento o muerte.
Deducimos que nace en el año 1881, cuando dice: “Mi primer encuentro con los estragos de la gangrena se produjo en 1891, cuando era un escolar de diez años”.
Por aquel entonces un compañero de escuela murió al serle extraída una muela y gangrenarse la mandíbula tras aplicarle “medicamentos y ungüentos supresores” para reducir la inflamación.
“Sucedió que en aquel mismo tiempo también tenía yo un carrillo hinchado. Pero el remedio que me aplicó mi madre (que era hija de campesinos, dicho sea de paso), era muy distinto del «científico» que habían aplicado los doctores a mi joven amigo. En realidad mi carrillo hinchado se debía a la picadura de muchas abejas, pues había molestado a una colonia de esos interesantes insectos”.
Fue muy doloroso, hasta que su madre le curó por completo, primero bañando su cara en orina y luego aplicándole trapos de paño empapados y escurridos en el mismo «líquido curativo», su orina. Su mejilla volvió a la normalidad en pocas horas.
Los padres de Armstrong sugirieron este mismo tratamiento a los padres de su amigo, con la mandíbula gangrenosa, pero lo rechazaron de plano con desprecio y expresiones de disgusto. Al pensar en este caso años después, Armstrong cree que las compresas de orina combinadas con su ingestión y ayuno podrían haber salvado a su amigo.
Así fue como Armstrong se habituó a ver como en su familia se trataban y curaban las pequeñas dolencias, como picaduras de insectos, heridas o dolores de muelas, con orina.
También aprendió de su abuelo que la orina y el estiércol de vaca eran excelentes remedios para tratar las dolencias de los animales.
Si pasamos a la edad adulta, el primer paciente de Armstrong fue el mismo. En 1915, a la edad de 34 años, Armstrong no pudo superar el examen médico de ingreso en la armada británica, al ser diagnosticado como “consuntivo” (tuberculosis).
A lo largo de un año pasó por varios doctores, convencionales y naturistas, sin resultado, y yendo de mal en peor.
Llegó un momento en que, sintiéndose muy débil y enfermo, recordó el texto de Proverbios V que dice: «Bebe agua de tu propia cisterna», texto que, a su vez, le recordó el caso de una joven cuyo padre le dio a beber su propia orina cuando padecía difteria, con el resultado de que se curó en tres días. También le vinieron a la mente otros casos que habían sido curados por los mismos medios.
Pero los elementos inspiradores no terminaron aquí. Recordó la respuesta de un médico a su pregunta cuando unos años antes le había preguntado cómo podía saber por su orina que sus pulmones y páncreas estaban enfermos y debilitados.
A lo que el doctor le contestó que a través de la orina se podían diagnosticar muy diversos tipos de enfermedades debido a las pérdidas de substancias que se detectan tales como azúcar (indicativo de diabetes) o pérdidas de “tejidos” (altos niveles de proteínas).
Armstrong incluso recuerda haberle preguntado a su médico con toda inocencia:
“Si estoy perdiendo tejido vital y azúcar a través de la orina, entonces ¿por qué no beber la orina y reemplazar estos elementos de esa manera?”
A lo que el doctor respondió que los órganos no podían asimilar “materia muerta”.
Armstrong consideró la explicación como “una falacia teórica” y se esforzó por demostrar desde entonces lo que había intuido desde el principio: que los tejidos dañados o destruidos podían reconstituirse a partir de sus elementos constitutivos disueltos y presentes en la orina.
Reconoce Armstrong que la interpretación que hace de Proverbios 5:15 “Bebe el agua de tu propia cisterna” en el sentido de referirse al “líquido vital” que llevamos dentro, a nuestra orina, es una interpretación libre y metafórica del texto. Sin embargo al forzarse a creerlo le llevó a actuar conforme a esta creencia lo que resulto ser su salvación.
Animado por su fe, asumiendo como correcta su interpretación del texto bíblico, Armstrong ayunó durante 45 días en los que no tomó otra cosa que orina y agua del grifo.
Simultáneamente Armstrong se dio friegas por todo el cuerpo con su orina, utilizando sólo la palma desnuda de sus manos.
Estas friegas o frotamientos con las manos desnudas (¡no masajes!), Son considerados por Armstrong como parte fundamental, inseparable e integral de su Terapia de Orina, como veremos en detalle en el apartado especial «frotaciones de orina».
Durante su primer ayuno de orina y agua, sin frotamientos de orina, cuando Armstrong aún no había desarrollado completamente su terapia , experimentó un episodio de fuertes palpitaciones del corazón («Estaba intrigado pero no alarmado», comenta con calma).
En ese momento la Biblia volvió al rescate para darle la respuesta. Esta vez fue el Nuevo Testamento, Mateo 6:17:
«Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro”.
Lo que Armstrong interpretó como un mandato, el mandato de “ungir”, “frotar” el cuerpo con orina, empezando por la cabeza.
Como con la anterior cita bíblica Armstrong manifiesta ser consciente de que dicha interpretación estaba traída por los pelos, pero el hecho es que le dio la fuerza y la idea de frotarse el cuerpo con su orina, momento en el que cesaron las palpitaciones.
Más adelante pudo certificar que la frotación o friegas con orina se justificaban plenamente y se convertían quizás en la parte más esencial de su terapia, pues se trataba de “filtrar” directamente la orina a través de la piel, sin intervención de procesos digestivos
Digamos que al final de tan exigente tratamiento: ¡45 días ininterrumpidos de ayuno estricto con orina y agua! Armstrong se sintió completamente curado y restablecido: «un hombre totalmente nuevo» y lleno de energía, pensó.
Tras haber llevado a cabo su auto-curación, a partir de 1918, con 37 años de edad, Armstrong, poco a poco y a requerimiento de parientes y amigos comenzó a aplicar su terapia a otras personas de forma discreta, ya que al no ser médico y no estar la terapia avalada por la medicina convencional, su práctica era ilegal.
En 1944, tras 26 años de práctica médica con su Terapia de Orina, Armstrong publica su libro “El agua de la vida: tratado sobre la terapia de la orina.”
La publicación en 1944 del libro El agua de la vida: tratado sobre la terapia de orina, de John W. Armstrong, supone (o llegará a suponer en el futuro, según mi opinión), un antes y un después en la historia de la medicina.
En efecto, el mundo de la medicina tiene una impagable deuda de gratitud, en gran medida aún sin reconocer, con John W. Armstrong (1881- ¿?), fundador y creador de la Terapia de Orina.
Debido a las dificultades e incluso ataques que suelen sufrir los sistemas de curación novedosos y las medicinas alternativas, antes de triunfar o ganar aceptación por parte de las personas o la medicina convencional, Armstrong declara al comienzo de su libro:
“Como el reino de los cielos, el reino de la salud ha de ser tomado por asalto”.
Armstrong comienza su libro diciendo que si bien hay que admitir que la naturopatía juega un gran papel en la curación de muchas enfermedades ante las que había fracasado la medicina convencional, sin embargo, la naturopatía, tal como con frecuencia se practica, no llega lo bastante lejos, pues aunque puede limpiar el cuerpo de toxinas, no es capaz de reemplazar los tejidos perdidos por enfermedades graves, tales como el cáncer.
Esto sólo podía lograrse, dice Armstrong, mediante la aplicación de orina de acuerdo con una terapia única que había desarrollado, cuyos detalles se propuso presentar en su libro El agua de la vida, y que había practicado en sí mismo y en muchos otros «con señalado éxito, aunque se decía que muchos de ellos padecían enfermedades incurables”.
Según Armstrong no podemos sorprendernos de los efectos curativos de la orina, si comprendemos que la orina no es materia muerta, sino, por así decirlo, carne, sangre y tejidos vitales en una solución viva: sangre filtrada.
Desde este blog tengo que decir que la terapia de Armstrong a día de hoy no ha sido plenamente entendida, ni mucho menos. Por mi parte me esforzaré en explicar en qué medida la terapia de Armstrong no ha sido entendida y haré todo lo posible para que se entienda y se valore como merece.
Se puede decir que hay grados de apreciación, entendimiento o aplicación de la terapia de Armstrong, desde una falta total de entendimiento y experiencia de la misma, a un entendimiento parcial, no pleno.
También hay libros y publicaciones, incluso científicas, que utilizan las ideas y el empuje del libro de Armstrong sin mencionarlo. O mencionan a Armstrong en la bibliografía como un autor más y no como lo que es en realidad, como el autor que genera toda la bibliografía y estudios que se puedan hacer sobre el tema.
El libro y la terapia de Armstrong afectan de una forma u otra a cualquier estudio o publicación que tenga que ver con las virtudes curativas de la orina. Incluso las referencias al uso tradicional de la orina deben verse a la luz del libro de Armstrong, ya que es Armstrong quien despierta interés tanto en el presente como en el pasado de la orina como remedio. Por otro lado, hasta el día de hoy, Armstrong es el autor que pone las virtudes curativas de la orina al más alto nivel de eficacia.
El libro de Armstrong no sólo suscitó de inmediato un enorme interés por la novedosa terapia a base de orina humana, sino además tuvo el efecto, que dura hasta nuestros días, de desencadenar toda una serie ingente investigaciones, estudios y publicaciones sobre las supuestas o reales virtudes curativas de la orina.
Las personas que a día de hoy siguen una terapia de orina basada en la terapia de Armstrong, se cuentan por cientos de millones, de todos los países y continentes, especialmente de la India y China.
La terapia de orina de Armstrong tuvo desde el principio acérrimos seguidores y propagandistas de gran influencia, tales como al reformador social gandiano Raojibhai Manibhai Patel (Manav Mootra: Auto-urine therapy, 1959), o el ex Primer Ministro de la India Morarji Desai (1896 –1995), quien atribuyó su longevidad, de cerca de 100 años a su ingestión diaria de orina.
La influencia del libro de Armstrong se extendió incluso hacia el pasado, al obligar a revisar y reconsiderar las publicaciones en revistas y publicaciones científicas que certificaban, hace ya más de 100 años y para sorpresa de muchos, la eficacia de la orina en el tratamiento de un sinfín de enfermedades.
Cabe preguntarse por qué no se siguieron algunas líneas de investigación prometedoras y puramente científicas de alrededores del 1900. Pues bien, en general cuando se descubren las propiedades curativas de una sustancia natural, la medicina convencional prefiere seguir investigando para encontrar los hipotéticos principios activos de la sustancia, para poder utilizar estos.
El uso «holístico» de una sustancia, sin importar cuán efectivo sea, generalmente se considera «menos científico» que descubrir y usar los principios activos refinados (a menudo mucho menos efectivos).
Armstrong era perfecto conocedor que desde los más remotos tiempos, no sólo la orina humana, sino también la orina de una gran variedad de animales, desde vacas y caballos hasta camellos, ha venido siendo utilizada de forma ininterrumpida por el hombre para el tratamiento de una gran variedad de enfermedades. Dichas prácticas vienen consignadas por escrito en la mayoría de las farmacopeas de las grandes civilizaciones, como la egipcia, la hindú, la romana y medievales.
Lo que quiere decir que ciertamente Armstrong no fue ni mucho menos la primera persona en utilizar la orina como medicamento, pero sí fue el primero, en desarrollar, crear y utilizar una terapia original basada exclusivamente en la orina como medicamento. Dicha terapia, no tenía precedentes en la historia de la medicina tradicional o convencional.
Como hemos dicho más arriba, a partir de 1918, a la edad de 37 años Armstrong pone en práctica, de forma privada (era una actividad ilegal), su sistema terapéutico, terapia que aplica de igual o similar forma a todo tipo de enfermedad, independientemente del diagnóstico.
Armstrong llega a tratar a “decenas de miles” de pacientes con muy graves enfermedades, quienes, según Armstrong, se curaron en su gran mayoría.
Armstrong, con un buen conocimiento del uso de la orina como medicina por el hombre desde la más remota antigüedad y hasta su época, trata de encontrar apoyo y justificar su terapia aludiendo al uso tradicional de la orina.
La novedad del libro de Armstrong, es que convierte los usos tradicionales de la orina en una terapia exclusiva y completa. Dicho de otra forma, Armstrong convierte a la orina en parte esencial de una terapia novedosa: La Terapia de Orina de Armstrong.
Armstrong preconiza en su terapia el uso de la orina como agente exclusivo para el tratamiento de toda enfermedad.
La terapia de orina de Armstrong hace completamente innecesario el diagnóstico, puesto que el tratamiento que preconiza Armstrong para toda enfermedad es el mismo y que en esencia consiste en (1) ingestión de la propia orina, (2) ayuno con orina y (3) friegas de orina por todo el cuerpo.
Dichas tres acciones tienen que llevarse a cabo necesariamente de forma combinada y simultánea, dado que, según explica Armstrong, de otro modo la terapia no sería efectiva e incluso podría ser contraproducente.
En otro apartado explicaremos con todo detalle la aplicación de la terapia de la orina. También dedicaremos un apartado especial a la justificación científica e histórica de la terapia de Armstrong.
Para terminar, considero que el libro de Armstrong “El agua de la vida: tratado de terapia de la orina” es uno de los libros mejores que se jamás han sido escritos sobre medicina, y esto aún prescindiendo de lo que tenga que ver con la terapia de la orina, su objeto principal.
Desde estas páginas digitales espero poder contribuir a que el reconocimiento a la importancia de Armstrong en la historia de la medicina crezca hasta acercarse o igualar a la del propio Hipócrates, al que generalmente se considera padre de la medicina.
En este último sentido señalar que podemos ver un paralelismo entre la importancia que Hipócrates concede a una substancia, la “ptisana” o agua de cebada, a la que dedica un capítulo completo como tratamiento casi exclusivo en los estados agudos y febriles; y la utilización exclusiva de la orina por parte de Armstrong, para todo tipo de estados, en salud y enfermedad. ¡Contraponer la exclusividad de uso de la ptisana de Hipócrates con la exclusividad uso de la orina en Armstrong, un fructífero ejercicio!